Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1614
Legislatura: 1894-1895 (Cortes de 1893 a 1895)
Sesión: 24 de abril de 1895
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 105, 2979-2980
Tema: Debate sobre la nueva ley municipal presentada por el Gobierno

El Sr. SAGASTA: Yo no sé, Sres. Diputados, si la Real orden dictada por el Sr. Ministro de la Gobernación, que ha dado lugar a las observaciones hechas el otro día por el Sr. Conde de Romanones, se ha dado como un artificio electoral. Diré más: yo no lo creo, y en esto me separo de la opinión del señor Pedregal y aún de la de mi correligionario y amigo el Sr. Conde de Romanones. Yo no lo creo, porque el Sr. Ministro de la Gobernación es un político bastante experimentado para emplear recursos de poco valor, y éste, como recurso electoral, vale bien poco. Porque ¿qué ha podido proponerse el Sr. Ministro de la Gobernación con esta Real orden? ¿Qué desaparecieran del Ayuntamiento algunos adversarios suyos? Pues la Real orden no es a propósito para ese fin, porque en el sorteo que determina entran lo mismo los amigos que los adversarios del Gobierno, y lo mismo les pudiera tocar salir del Ayuntamiento a los unos que a los otros. De suerte que por ahí no habría ganado nada el Sr. Ministro de la Gobernación. ¿Podría tener por causa y motivo, la consideración de que con mayor número de candidatos en Madrid resultaría más seguro el triunfo electoral del Gobierno? Tampoco, porque el que haya 25, 27 ó 30 candidatos no ha de influir en el triunfo o en la derrota del Gobierno. De modo que veo aquí suspicacias no muy fundadas. Naturalmente, siempre las hay en la política, porque la política es muy desconfiada y suspicaz; eso no se puede remediar, aunque yo, que ya soy político viejo, no me dejo llevar de suspicacias y doy a las cosas el valor que realmente tienen; pero aún esas suspicacias por virtud de las cuales pudiera creerse que ampliando el número de los candidatos en un distrito electoral de Madrid, podría el Gobierno encubrir más fácilmente la derrota que se presume puede tener, no me parecen lógicas; porque, después de todo, así como el Gobierno aumenta los candidatos, pueden aumentar los suyos las oposiciones, y si las oposiciones tienen probabilidades de triunfo con los candidatos que hoy tengan, lo mismo pueden abrigar esas probabilidades con los candidatos que mañana presenten. En esto me fundo para decir que la Real orden dictada por el Sr. Ministro de la Gobernación no ha sido dada como un artificio electoral; y no teniendo ese fin y ese propósito, pierde gran parte de la importancia que se le ha querido dar.

Pero si no es por eso por lo que el Sr. Ministro de la Gobernación ha dado la Real orden, ¿por qué la ha dado? La ha dado porque en estos casos se dan siempre Reales órdenes parecidas, y además porque, teniendo que responder el Gobierno a una consulta de la Alcaldía de Madrid, tenía que dar esa a otra Real orden parecida. Ahora bien ; ¿es que el Sr. Ministro de la Gobernación ha debido dictar precisamente la Real orden que ha dictado, o que en lugar de eso debió atenerse a las indicaciones que con mucho tino hizo [2979] en una de las últimas sesiones el Sr. Conde de Romanones? Esto es otra cosa, Sres. Diputados.

Yo entiendo que lo mejor hubiera sido hacer lo que ha dicho el Sr. Conde de Romanones y lo que también ha indicado el Sr. Pedregal; eso le hubiera evitado quebraderos de cabeza al Sr. Ministro de la Gobernación, y a nosotros no nos hubiera dado este disgusto; pero a la vez reconozco que ha habido diferencias de criterio en este asunto en varios Ministros del partido liberal, lo cual revela que el asunto es dudoso, que la cuestión puede ofrecer algunas dudas. Creo que el criterio establecido en época reciente por los Sres. Capdepón y López Puigcerver, y defendido la otra tarde por el Sr. Conde de Romanones, es el que se ajusta más a la recta interpretación de los arts. 45 y 48 de la ley municipal; pero no puedo negar que cabe en el asunto la aplicación de diferentes criterios, y prueba de ello es que no lo ha habido unánime ni entre los Ministros del partido conservador ni entre los del partido liberal.

Es, pues, una cuestión a estudiar, una cuestión a debatir, y convendría que bajo este punto de vista se estableciera una jurisprudencia única. Pero ésta no es una cuestión para resolver ahora; es una cuestión a discutir, y siendo así, yo, que estoy en la doctrina de acuerdo con el Sr. Pedregal, estoy, sin embargo, separado de él por una esencial diferencia de criterio, y es, que una cuestión de doctrina no puede ser bastante, no puede ser objeto para dar respecto de ella un voto de censura al Gobierno, ni a éste ni a ninguno, como lo propone el partido republicano en la proposición que se discute.

Pues yo, que, declaro que en circunstancias normales, encontrándose el partido liberal en la oposición frente a un Gobierno conservador, no hubiera deducido nunca de esta cuestión un voto de censura para el Gobierno, y se hubiera limitado a explanar una interpelación para dejar sentado su criterio en este punto enfrente del que, tuviera el partido conservador; yo, que declaro que no hubiera llevado la cuestión a ese extremo en circunstancias normales, claro es que en estas circunstancias anormales en que nos encontramos, mucho menos puedo admitir un voto de censura con ese motivo contra el actual Gobierno.

De manera que, estando conforme con la doctrina del Sr. Pedregal, del Sr. Capdepón y del Sr. Conde de Romanones, creo, sin embargo, que no puede aprobarse la proposición del Sr. Pedregal, porque entiendo que lo que no debe hacerse en circunstancias normales, en estos momentos es completamente imposible el aceptarlo.

Y después de esto, pido a mis amigos particulares los republicanos, a quienes ahora nos une el lazo de la oposición, que es un lazo que establece corrientes de cariño y confraternidad (El Sr. Azcárate : Sí, y lo está demostrando ahora S. S.) Ya lo creo; pues si les doy la razón a SS. SS., ¿qué más pueden desear? ¡Estos republicanos son insaciables! (Risas.) Les doy la razón, que es lo que les niega todo el mundo, y todavía no están contentos. (Aumentan las risas.)

En fin, yo les pido y les ruego que retiren la proposición, y si no la retiran, yo suplico a la mayoría que la deseche. Y luego, cuando haya desaparecido la proposición por retirada o por desechada, yo ruego al Gobierno que no haga de esto una cuestión de amor propio; nada le pido; pero yo me alegraría de que no se verificara el sorteo, con lo cual quedaría yo complacido, quedaría complacido el partido liberal, satisfechos los republicanos, no disgustados los conservadores, y todos quedaríamos contentos. (Risas.) Si el Gobierno necesitara el sorteo para gobernar en poco o en mucho, para algo, yo no me atrevería, no digo a pedírselo, porque no se lo pido, pero ni siquiera a indicarle que yo vería con gusto que no hiciera uso de la Real orden; pero como el Gobierno no la necesita para nada, como con ello no ha de ganar ni poco ni mucho, ni ha de padecer en nada su amor propio, porque la cuestión de amor propio desaparece desde el momento en que desaparece la proposición, yo me alegraría mucho y la mayoría vería con gusto, y también lo vería con gusto la minoría republicana, que no hiciera el Gobierno uso del sorteo de concejales y fuéramos a la elección con las 27 vacantes que resultan sin la aplicación de la Real orden.

 El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Ministro de la Gobernación tiene la palabra.

El Sr. SAGASTA: Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. SAGASTA: Doy las más expresivas gracias al Sr. Ministro de la Gobernación por la declaración explícita que espontáneamente acaba de hacer, y ahora verán los maliciosos que no tenían razón al sospechar lo que yo no he sospechado del Gobierno.

Me alegro por S. S.; y ya ven también los republicanos cómo no hay necesidad de voto de censura para alcanzar lo que se tiene por justo. (El Sr. Azcárate: Pero sin nuestra proposición no hubiera hablado S. S. como lo ha hecho y no se hubiera conseguido lo que se ha conseguido .) Tengo la seguridad, dadas las palabras que el Sr. Ministro de la Gobernación acaba de pronunciar, que no hubiera dado la Real orden si se le hubiera acercado alguien y le hubiera hecho las observaciones que se han hecho aquí.



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